La recomendación de hoy nos la ha enviado Ana Camacho Simón, @bananacsimon. Nos habla de Correo literario, de Wislawa Szymborska.
No soy experta en poesía, tampoco diría que me gusta. No vais a encontrar en mí (a no ser por obligación) a alguien que analice métricas, rimas o mensajes encriptados en no sé cuántas metáforas, quiasmos o encabalgamientos. Necesito entender lo que leo y sentirme aludida también. Sin embargo, me gustaría recomendar a una poeta que tal vez lo fuera porque reconocía no saber qué narices era la poesía: Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura en 1996.
La verdad es que cuando la leo (a ella y a otros pocos tantos) no veo poesía más allá de la experiencia cotidiana y universal. La poesía deja de ser aquel arte elitista y aparentemente inalcanzable que te enseñaron en el colegio y llama a la manzana, manzana, al vino, vino y la guerra sigue siendo la guerra.
En estos días tan extraños, en eBiblio podéis disfrutar de Correo literario que, según Nórdica Libros, “recoge las mejores respuestas de la premio Nobel polaca a aquellos escritores que pretendían debutar” y Poesía no completa.
Para ir abriendo boca y aunque me cuesta muchísimo escoger entre sus poemas, aquí van unos cuantos. Espero que os gusten y, por supuesto, como con todo en esta vida, se permite discrepar:
Del montón
Soy la que soy,
casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos personal.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudido por el viento.
Alguien mucho menos feliz
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.
Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o solo asco,
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?
El destino hasta ahora ,
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien totalmente diferente.
Despedida de un paisaje
No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.
Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.
No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.
Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.
No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.
Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.
Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.
Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.
Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.
No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.
Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.
De “Fin y principio” 1993
Versión de Gerardo Beltrán
Día 16 de mayo de 1973
Una de esas muchas fechas
que ya no me dicen nada.
A dónde fui ese día,
qué hice, no lo sé.
Si en los alrededores
se hubiera cometido un crimen,
no tendría coartada.
El sol brilló y se apagó
sin que yo me diera cuenta.
La tierra giró
y no lo mencioné en mi diario.
Preferiría pensar
que morí brevemente,
y no que nada recuerdo,
aunque viví sin pausa.
Pues si no fui ningún fantasma:
respiré y comí,
di pasos
que se oían
y las huellas de mis dedos
tuvieron que haber quedado en las puertas.
Me reflejé en el espejo.
Llevaba puesto algo de algún color.
Y seguro que hubo gente que me vio.
Quizá ese día
encontré algo que había perdido antes.
Quizá perdí algo que encontré después.
Me embargaron sensaciones, sentimientos.
Ahora todo eso es
como puntos entre paréntesis.
En dónde me metí,
en dónde me enterré,
en verdad no es un mal truco
perderse a una misma de vista.
Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando.
No.
Evidentemente exijo demasiado:
tanto como un segundo.
De “Fin y principio” 1993
Versión de Gerardo Beltrán
Fin y principio
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una
viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.
A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.
Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.
Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.
Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.
De “Fin y principio” 1993
Versión de Abel A. Murcia